En mis primeros años como entrenador, tuve problemas que hoy sé que son comunes a la mayoría de entrenadores pero que entonces, me daba vergüenza reconocer:
– Me ponía muy nervioso antes de hablar con mis clientes o jugadores;
– Sentía que no era capaz de transmitir eficazmente mis conocimientos;
– Me daba rabia que otros profesionales con menos conocimientos conectaran mejor que yo y fueran más reconocidos;
– Me cabreaba cuando mis deportistas no se implicaban a tope;
– Me enfurecía por no ser valorado como creía merecer.
En el ámbito del entrenamiento como en muchos, la mayoría creen que sus clientes, jefes y población en general, los valoran por sus conocimientos. Ese paradigma provoca que dediquemos el 100% de nuestra formación a acumular conocimientos.
Sin embargo, en algún momento de nuestra vida descubrimos que los que más saben no suelen ser los que poseen mayor prestigio, popularidad o éxito tienen. Mi amigo Alex de la Vega suele expresar la solución con una cita formidable:
“Si eres un 8 en conocimientos pero tu capacidad de transmitir es un 3, eres un 3 como profesional”
Puedes pelearte contra esta realidad, puedes quejarte todo lo que quieras, puedes creer que es tremendamente injusta, pero todo eso no cambiará la realidad.